ACTUALIDAD
Alguna vez
fue lugar de encuentros y despedidas. Hoy es símbolo del abandono de una
comunidad que prefiere darle la espalda. A pesar de que el edificio de la vieja
estación de tren de Cipolletti está en manos de un organismo de arquitectura,
construcción y diseño, como el IPPV, es evidente que también sus directivos
prefieren mirar para otro lado. Buena parte del complejo ferroviario que alguna
vez tuvo intensa actividad luce igual. En una ciudad sin edificaciones
emblemáticas, la estación y su andén piden a gritos que alguien se ocupe.
El banco,
sucio y olvidado, es quizá el último vestigio de una época en que el tren
paraba en la estación Cipolletti ante la mirada atenta de los que esperaban a
los pasajeros que bajaban de la formación. Despintado pero aún firme persiste a
pesar de que los cipoleños optaron por darle la espalda a uno de los sectores
que fue emblemático en el crecimiento de la ciudad.
El lugar
parece tierra de nadie. La basura, los pastizales, los escombros y los perros
callejeros se adueñaron de esa franja de vías, que queda semi escondida, de un
lado por las construcciones, y del otro por la playa de maniobras y los
antiguos galpones.
El esplendor
que alguna vez tuvieron los edificios construidos a principios de siglo pasado
por la empresa inglesa Ferrocarriles del Sud sólo se entrevé bajo una atenta
mirada a los detalles.
La
construcción que fue la sala de espera de la estación, con sus puertas altas de
pinotea y el típico estilo inglés, sufre la falta de mantenimiento a pesar de
que allí, paradójicamente, funciona la delegación del Instituto de Promoción y
Planificación de la Vivienda
(IPPV).
La pared que
da al sur, justo frente a la vía, no resiste un grafiti más. Las lámparas están
rotas, el techo que sirvió de resguardo a los recién llegados o a los que se
iban, está descascarado y una de las cuatro puertas, quemada.
Por una
cuestión de seguridad están todas enrejadas y la mayoría, con los postigos
cerrados, casi un símbolo de que ni siquiera los que trabajan en el IPPV están
dispuestos a mirar el andén que luce sucio.
Al lado, el
sector de comandos para cambiar los trenes de vías, casi tapado por los
pastizales que crecen sin control, sufre los estragos del tiempo y del olvido.
Un viejo y desvencijado colchón permite presentir que alguien lo utiliza.
Las
construcciones cercanas no están en mejores condiciones, menos aún los predios
que dan a las vías donde se acumulan desde maderas hasta autos viejos que se
ven desde los alambrados tapados con antiguos tamariscos.
El ingreso a
la estación, por el sector norte también está descuidado e incluso hay pérdida
de líquidos cloacales entre este edificio y el que actualmente ocupa El Andén,
un espacio cultural autogestionado.
Desde 25 de
Mayo a Brentana no hay una calle que conecte el sur con el norte. Es casi un
kilómetro olvidado. Una de las pocas posibilidades de acceder es a través de la
estación. Si no fuera porque el paso de las bicicletas marcó una senda,
cualquiera que se atreva a dar una caminata por el lugar podría sentir que esa
franja ya no es parte de la ciudad.Diario Río Negro
Como este caso de estaciones abandonadas en todos los ramales ferroviarios hay miles. A la Adif le importa muy poco las propiedades ferroviarias porque las hace pesos enseguida o las regala a conocidos. Ahí un juez de la nación algún día tendría que investigar qué se hace con la infraestructura que la Adifse tiene que cuidar.
ResponderEliminarRogelio Rodríguez