Ocurre que en Argentina los caminos están vinculados con el sentir nacional, con el patrimonio común y con la soberanía, debido a una serie de acontecimientos poco felices vividos en el pasado.
Porque los caminos originales de nuestro país eran simples huellas para carretas y caballos, y para pasar de una provincia a otra no llegaron luego las rutas, sino las vías ferroviarias y los trenes.
Un siglo atrás, nadie viajaba en auto a Buenos Aires o Tucumán: se viajaba en tren. Pero la mayoría de esas vías eran de los ingleses, que las construyeron para apoyar su propio comercio, las explotaron y las retiraron o abandonaron, junto con el servicio de transporte, cuando ya no les fueron útiles.
No sólo explotaban el negocio del transporte de cargas y pasajeros sino que además se les habían otorgado cientos de kilómetros cuadrados a ambos lados de las vías. Condición indispensable para que hiciesen las inversiones. Con estas tierras especularon e hicieron negocios durante décadas.
Al popularizarse el uso del automóvil, fue necesario proyectar caminos nuevos, y nadie quiso que la historia se repitiera. Se defendió el principio de que rutas y caminos debían ser construidos y conservados por el Estado nacional o los provinciales.
Por eso en cada caso se subraya que se trata de “Ruta Provincial” o “Ruta Nacional”. Porque son nuestras, de todos.
No está mal, entonces, celebrar la defensa de un bien nacional, aunque obligue a recordar viejos errores y avasallamientos.(Fuente: El Esquiú)
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