Hay poco de Hollywood y mucho menos del Soho en el Palermo de las vías del San Martín. Muy cerca del polo gastronómico y de diseño, hay otro costado del barrio. El de la pobreza, reflejada en dos asentamientos. Uno está en los viejos galpones que le dan la espalda a la calle Godoy Cruz al 2100. El otro, más pequeño, a la altura de la calle Honduras. Pero los dos ocupan terrenos ferroviarios del ONABE.
Al borde. Las casillas, junto a las vías, un peligro para la seguridad de sus habitantes.
Hace un par de meses, el Gobierno porteño hizo un relevamiento en estos asentamientos, donde verificaron que viven 75 personas, incluyendo a 13 familias con 33 hijos, entre bebés, niños y adolescentes. Según el informe oficial, casi todos provienen del conurbano y los vecinos cuentan que cada vez se ve más gente en el lugar. Viven del cartoneo, con el que ganan un promedio de $ 30 por día. “A los que aceptaron ayuda los derivamos a la Subsecretaría de Fortalecimiento Familiar y Comunitario para gestionar diferentes subsidios, como un ticket social de $ 120 por mes, o el programa Nuestras Familias, que otorga $ 1.200 a familias en vulnerabilidad social”, contaron en Desarrollo Social.Según los vecinos, el asentamiento que más creció es el de Godoy Cruz. Mientras las antiguas barracas de bodegas Giol están siendo transformadas por el Ministerio de Ciencia y Tecnología en un polo científico, estas otras barracas están casi en ruinas. Algunos sectores no tienen techo. Allí se instalaron varias familias, que cuelgan la ropa junto a las vías y, a falta de paredes, cuidan su intimidad con lonas. En un extremoabrieron un acceso que da a la calle, donde instalaron una escalera precaria para bajar del terraplén donde se levantan los galpones.
“No me meto ahí porque son de la pesada, yo hago la mía –advierte Wilmar, un cartonero que recorre la zona al atardecer–. Yo ando con mi vino, mis cartones y no jodo a nadie, pero ahí dicen que te roban si te metés. Así que yo me quedo lejos y ni los saludo”.
El paso a nivel de la calle Honduras, a metros de Juan B. Justo, es el punto de entrada a dos hileras de pequeñas casillas. Algunas son de cartón, otras tienen tirantes de madera, otras están hechas de chapa. Y otras son apenas cubículos para pasar la noche, donde no entra una persona parada.
“Son todos cartoneros laburantes y a la noche muchos se quedan para no viajar a Provincia –cuenta Alfredo, un comerciante–. El fin de semana se van a sus casas”. Al mismo tiempo, niega que el crecimiento del asentamiento haya generado más inseguridad: “Puede haber algún infiltrado que robe, pero la mayoría es gente laburadora”, aclara. En la estación de servicio Shell que está a unos quince metros del asentamiento, un empleado coincide: “Vienen, juntan su cartón y se van. Capaz alguno afana, pero no es lo frecuente”.
La inseguridad más evidente es la que padecen los chicos que juegan y van y vienen por las vías. Pocos recuerdan a Iara, una bebé de 11 meses que vivía en un asentamiento en Warnes y Jorge Newbery que fue arrollada por un tren del San Martín hace cuatro años. Un peligro muy presente a la vera del ferrocarril.(Fuente y foto: Clarín)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted podrá dar su opinión libremente, pero aquellos comentarios que vengan con insultos, improperios, etc. y sin colocar nombre y apellido, nombre y/o pseudónimo (debajo del mismo) no serán publicados.