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5 de enero de 2023

Estación Juancho: La historia del tren que acercó la playa

Historia Ferroviaria

La derivación del ferrocarril que originalmente iba a Mar del Plata facilitó las experiencias fundantes de la costa argentina en el siglo XX: Ostende y Villa Gesell.

Antes de que aparecieran las rutas, Estación Juancho fue la conexión de los primeros experimentos balnearios del siglo XX con el más allá: en ese tren iban y venían los compradores de lotes, sus primeros empleados, los materiales, las herramientas, los insumos, el alimento y, recién después, algunos turistas. En el viejo Tuyú están hoy las playas más cercanas al área AMBA, Rosario y Córdoba. Es decir, las tres concentraciones poblacionales más grandes de Argentina. Un entorno que nadie imaginó en febrero de 1908. 

Tras parar en el centro del último poblado, el ramal acababa entre campos, bañados y aves. El lugar no estaba habitado más que por el personal de la nueva estación, gente traída mayormente de otros lados. En febrero de 1908 se inauguró Juancho en honor a la historia de un negro liberto que murió acuchillado, y su cuerpo — dicen— cayó a la laguna que lleva su nombre. Un lugar en el medio de la nada, donde los campos del sudeste bonaerense se van convirtiendo en la arena de médanos que anteceden al mar.  

Hasta la aparición de Juancho, el Ferrocarril del Sur (hoy Roca) salía desde Constitución hacia Mar del Plata vía Chascomús, Dolores y Maipú como paradas más importantes. El nuevo ramal se producía con un desvío que el tren hacía a partir de General Guido: en vez de seguir rumbo a Mar del Plata —para terminar la conexión desde Buenos Aires—, la formación entraba de lleno en el distrito del viejo Tuyú. 

Se cuenta que esta alternativa fue concedida a pedido de los estancieros que habían quedado más retirados de la traza inicial. Aunque, en simultáneo, la aparición de la estación Juancho habilitaba otra proximidad con la playa (estaba a unos veinte kilómetros). Claro que, en ese entonces, no existía aún el turismo balneario. Al menos no de manera popular: Mar del Plata, y solo para unos privilegiados. En ese contexto, "comprar playa" en el granero del mundo parecía un negocio ridículo. Salvo para un ingeniero belga y otro italiano, primero, y luego para un autodidacta que muchos creen alemán, aunque era argentino. 

Probablemente los que más usaron el tren a Juancho en sus primeros años fueron esos dos extraños tipos que se aparecieron un día hablando un lenguaje raro y presentándose en nombre de una firma extranjera. Habían comprado una lonja de tierra. Aunque "tierra" era un decir: habían comprado arena.  

Con el tiempo se fueron agregando en los vagones otros inversores, obreros varios, materiales de todo tipo, jefes, empleados y, finalmente, turistas. Cuatro años después del primer viaje en tren a Juancho, se dio por inaugurado Balneario Ostende, homenaje a la homónima localidad belga sobre el Mar del Norte. Fue el primer pueblo de playa en Argentina del siglo XX, con una idea completamente distinta a las que se habían encuadrado Mar del Plata, Miramar y Necochea. 

A decir verdad, la travesía Buenos Aires-Ostende esa verdaderamente extenuante: después del trajinado viaje a Juancho había que seguir en carreta por montes que se convertían en dunas. Y, en algunos casos, transbordar al Decauville, un tren sobre arena de ocho pasajes y rieles desmontables para ir avanzando paso a paso entre los médanos hasta llegar al poblado balneario. 

Sin embargo, esa incomodidad no menoscabó una propuesta que iba creciendo año tras año. Hasta que el inicio de la Primera Guerra Mundial cambió toda la perspectiva de esos europeos en el Atlántico Sur. Para 1915 Ostende comenzó a declinar, y llegando 1920 todas sus construcciones quedaron sepultadas bajo la arena. 

Sin embargo, la estación Juancho encontró nueva actividad gracias a la reconexión —vía Macedo y sucedáneos— con Mar del Plata. Además, empezaban a establecerse personas en aquel inhóspito paraje. Muestra de ese pequeño pero sostenido crecimiento es la inauguración en 1924 de una escuela rural a metros de la parada del tren.

Pero no sería hasta dos décadas después de inaugurada que la estación tomaría su importancia definitiva. Al igual que aquellos ingenieros europeos, un día apareció por Juancho un tipo que había comprado a precio de oferta un lote de pura arena frente al mar, veinte kilómetros al sur de Ostende. En diciembre de 1931, Carlos Gesell llevaba a toda su familia (su esposa y seis hijos) a vivir en una casita de cuatro puertas rodeada de médanos.

En esa nueva intentona por domar las dunas, Gesell encontró —como los ingenieros de Ostende— a Juancho como principal aliado. Aunque, al igual que en aquel entonces, el tren no era todo: llegar a los dominios de Carlos Gesell implicaba vadear una huella de tierra (que podía ser pantano en dos segundos de lluvia) y continuar sobre la arena, entre los bajos de los médanos. Con el tiempo, ese camino logró "dominarse" y hasta aparecieron servicios que conectaban a la estación de tren con el pueblo. "Señores pasajeros: a su derecha lo espera el ómnibus que lo conducirá a Villa Gesell", indicaba un cartel al costado del anden de Juancho durante muchos años.

Si bien toda esa franja de localidades balnearias que van desde San Clemente del Tuyú hasta Villa Gesell empezaron a profundizar su perfil turístico a partir de la década del 60', la estación Juancho fue fundamental para los primeros asentamientos porque durante décadas era de las más cercanas a la playa. Recién en 1949 apareció el ramal hacia Divisadero de Pinamar. 

Estación Divisadero fue uno de los estrenos de la flamante nacionalización de los ferrocarriles y funcionó hasta 1967. A mediados de los '90 fue reinaugurada, aunque en otro lado: ya no dentro del pueblo, sino al otro lado de la Ruta 11, el límite de Pinamar con Madariaga. Juancho, en cambio, dejó de operar en la última Dictadura, aunque aún conserva su estructura y la operatividad original. La actual Divisadero de Pinamar está cerca de la ciudad, aunque técnicamente en territorio de General Madariaga. El epicentro del viejo pago del Tuyú. (Por:Juan Provéndola para www.REALPOLITIK.com.ar)

17 de septiembre de 2021

Aquellos ferroviarios de antes....

Cartas de Lectores

Señor Director de Crónica Ferroviaria

Me dirijo a usted con el fin de solicitarle tenga a bien, siempre y cuando esté dentro de sus posibilidades, poder publicar la fotografía que le adjunto y que pertenece a mi padre cuando era dependiente en estación Altamirano del ex Ferrocarril del Sud.

Como puede observar, se lo ve muy joven, tal vez con 20 años de edad, al pie de una locomotora a vapor de maniobras. Dentro de ella se nota la presencia del maquinista y su foguista. Como le decía en mi anterior nota esta foto tiene al menos 100 años.

Ojalá pueda usted poder publicar en su Crónica Ferroviaria, un recuerdo que para mí es un tesoro. Lo saluda atte.

Ruben Arderius

rubenarderius@yahoo.com

1 de agosto de 2017

El ferrocarril olvidado

Historia Ferroviaria

A veces olvidamos los sucesos del pasado, cosas que trajeron el progreso y que fueron necesarias y deseadas. El 31 de diciembre de 1872, el presidente de la República, Domingo Faustino Sarmiento, dejaba habilitado el Ferrocarril Buenos Aires – La Ensenada, de este hecho trascendente han pasado 145 años.

Este ramal posee una larga historia, que funcionó con ese nombre hasta enero de 1893, fecha en que fue transferido al entonces Ferrocarril del Sud después Roca, que le cambió la denominación por la de “Sud – Sección Ensenada”. Todo nació con la presentación realizada ante la entonces Cámara de Representantes de la Provincia de Buenos Aires por un inmigrante francés para explotar “un camino”, así se llamaba a los ferrocarriles entre las citadas localidades, el proyecto fue rechazado por la Cámara de Senadores, debido a razones técnicas.


Años más tarde, el 20 de agosto de 1857, se sancionó una ley por la cual se facultó al Poder Ejecutivo a contratar la construcción y explotación de un ferrocarril entre la ciudad de Buenos Aires y la Ensenada de Barragán, la concesión permaneció vacante durante varios años, hasta que, a fines de 1859, el ciudadano francés Alfonso Leliebre realizó diversos trámites ante el gobierno, ejercido en ese entonces por Bartolomé Mitre y de allí se formalizó un acuerdo para la construcción del referido ramal.

Una vez conseguida la concesión, Leliebre tuvo dificultades y cedió sus derechos a favor de Diego Simpson quien tampoco logró llevar a cabo el proyecto. Finalmente, mediante la gestión de Mitre en 1863, se entregó el permiso a quien habría de concretar la obra: el ingeniero Guillermo Wheelwright.

Pero las dificultades entorpecerían el normal desenvolvimiento del proyecto. En 1863 se iniciaron los trabajos para el tendido de las vías y en septiembre de 1865 se inaugura el primer tramo, entre la estación provisional, ubicada en Venezuela y Paseo Colón, y Tres Esquinas, en Barracas.

Posteriormente, en 1870 se estableció el servicio regular entre la estación Venezuela y la Boca. En este lugar se paralizaron las obras pero el ferrocarril cumplió servicios regulares entre los dos extremos mencionados. Los problemas mayores residían en que no se contaba con los elementos necesarios para la construcción de un puente que cruzara el Riachuelo.

En tanto, se construyó la Estación Central en 1868, que se encontraba cercana a la Casa de Gobierno y la Aduana en la Capital. La estación tuvo mucha importancia, ya que en ella se unían el Ferrocarril de Ensenada y el del Norte, que en ese entonces llegaba a San Fernando. Tristemente resultó totalmente destruida por el incendio declarado en febrero de 1897.

En 1870, el gobierno intimó a Wheelwright para que continuara las obras hasta la Ensenada de Barragán, que se encontraban detenidas, y le dio un plazo de dos años para su finalización. Es así que el 18 de diciembre de 1872, un día antes de que venciera el plazo otorgado por el Poder Ejecutivo, el Ing. Wheelwright comunicó que las obras habían sido finalmente concluidas en término, pero pidió que se prorrogara la inauguración hasta el 31 de ese mes, para poder preparar mejor los actos celebratorios.

Se concluía así, tras 15 años de labor entre idas y vueltas con carpetas, órdenes y contraórdenes, con el Ferrocarril Buenos Aires – La Ensenada.

La técnica empleada para este ferrocarril constituyó prácticamente una sola línea, ya que careció de ramales de jerarquía. El material rodante tampoco era propio sino que fue adquirido en calidad de préstamo de los otros ferrocarriles. El recorrido original, luego de concluida la obra, comenzaba en la estación provisional ubicada en Venezuela y Paseo Colón, continuando por Tres Esquinas, en Barracas , La Boca, Quilmes, Punta Lara y Ensenada.

Como era  de presentir, una línea tendida en gran parte atravesando terrenos ribereños, bajos y anegadizos, con escaso poblados y sin perspectivas de desarrollo agropecuario no podía progresar. Por estas razones, se trató de encauzar las actividades de la nueva empresa al transporte de mercaderías que salían de la ciudad de Buenos Aires o entraban en ella.

Se consintió este aspecto en marzo de 1863, es decir cuando sólo se contaba con seis kilómetros de vías. En esa fecha el Gobierno autorizó a colocar “rails” sobre el muelle de la carga de los barcos. Tiempo más tarde se habilitó el puerto de Ensenada y debido a que el puerto bonaerense carecía del calado suficiente, por este se canalizaba toda la entrada y salida de mercaderías del país, lo que favoreció enormemente al ferrocarril.

Finalmente durante el gobierno de Sarmiento, se dictó una ley por la cual se estableció que todas las mercaderías que entraban por los puertos de Ensenada y de Punta Lara debían ser transportadas por el tren hasta la Aduana, donde podrían ser abiertos los paquetes y retirados por sus propietarios.

Sin duda el Ferrocarril Buenos Aires - La Ensenada fue una obra de dilatada historia y muy importante para la comunicación y la economía del país: pero su importancia es hoy desconocida por el olvido de la mayoría de las personas de nuestro tiempo, hoy a 145 años de su habilitación y cuando sus vías han sido tapadas por el tamiz del olvido, es bueno recordar lo que se ha perdido y su significado para el progreso del país. Por: Roberto G. Abrodos DiarioElDía.com

22 de abril de 2016

Chile: Grupo EFE y sus filiales participan en taller de formación de sostenibilidad y valor compartido

Actualidad

Redacción Crónica Ferroviaria:

La Empresa Ferrocarriles del Estado informa que los Encargados de Sostenibilidad y sus gerentes de nuestra empresa y sus filiales, participaron en el primer taller de formación en materia de Sostenibilidad y Valor Compartido, que tuvo la finalidad de entregar las herramientas necesarias para implementar los planes de acción definidos durante el año pasado, además de orientarlos en la elaboración del primer Reporte de Sostenibilidad de la matriz y sus filiales.

La actividad, realizada en dos jornadas, contó con la participación de los Gerentes Generales de Grupo EFE, Metro Valparaíso, Tren Central, INVIA y Ferrocarriles del Sur, además de los gerentes de área de la matriz y los integrantes de los equipos de Sostenibilidad de cada empresa.

Gerentes Generales de Grupo EFE y Filiales en taller de sostenibilidad y valor compartido.

Con esta actividad, nuestra empresa sigue avanzando en la tarea definida por el Sistema de Empresas Públicas en orden a contar con una Política de Sostenibilidad y desarrollar un reporte en esta materia.

Al respecto, Ricardo Silva, Gerente General de Grupo EFE, hizo una invitación a los colaboradores a ponerse a la altura de las exigencias que hoy enfrentan las empresas y que la sociedad les exige.  “Los invito a ver la Sostenibilidad como parte esencial de nuestro actuar, a mirar todo el negocio como un negocio sostenible. De ahora en adelante tenemos tres pilares estratégicos, los pasajeros, la carga que transportamos y la sostenibilidad”, recalcó.

Durante la jornada los asistentes de la matriz y filiales pudieron conocer experiencias de otras   empresas respecto al relacionamiento con comunidades, como también, trabajar en el desarrollo de los indicadores del Reporte bajo la estructura GRI 4, la cual establece una base para la elaboración de los reportes de sostenibilidad a nivel mundial.

1 de julio de 2012

RÍO NEGRO: EL OLVIDO SE ADUEÑO DE LA ESTACIÓN CIPOLLETTI


ACTUALIDAD

Alguna vez fue lugar de encuentros y despedidas. Hoy es símbolo del abandono de una comunidad que prefiere darle la espalda. A pesar de que el edificio de la vieja estación de tren de Cipolletti está en manos de un organismo de arquitectura, construcción y diseño, como el IPPV, es evidente que también sus directivos prefieren mirar para otro lado. Buena parte del complejo ferroviario que alguna vez tuvo intensa actividad luce igual. En una ciudad sin edificaciones emblemáticas, la estación y su andén piden a gritos que alguien se ocupe.

El banco, sucio y olvidado, es quizá el último vestigio de una época en que el tren paraba en la estación Cipolletti ante la mirada atenta de los que esperaban a los pasajeros que bajaban de la formación. Despintado pero aún firme persiste a pesar de que los cipoleños optaron por darle la espalda a uno de los sectores que fue emblemático en el crecimiento de la ciudad.



El lugar parece tierra de nadie. La basura, los pastizales, los escombros y los perros callejeros se adueñaron de esa franja de vías, que queda semi escondida, de un lado por las construcciones, y del otro por la playa de maniobras y los antiguos galpones.

El esplendor que alguna vez tuvieron los edificios construidos a principios de siglo pasado por la empresa inglesa Ferrocarriles del Sud sólo se entrevé bajo una atenta mirada a los detalles.

La construcción que fue la sala de espera de la estación, con sus puertas altas de pinotea y el típico estilo inglés, sufre la falta de mantenimiento a pesar de que allí, paradójicamente, funciona la delegación del Instituto de Promoción y Planificación de la Vivienda (IPPV).

La pared que da al sur, justo frente a la vía, no resiste un grafiti más. Las lámparas están rotas, el techo que sirvió de resguardo a los recién llegados o a los que se iban, está descascarado y una de las cuatro puertas, quemada.

Por una cuestión de seguridad están todas enrejadas y la mayoría, con los postigos cerrados, casi un símbolo de que ni siquiera los que trabajan en el IPPV están dispuestos a mirar el andén que luce sucio.



Al lado, el sector de comandos para cambiar los trenes de vías, casi tapado por los pastizales que crecen sin control, sufre los estragos del tiempo y del olvido. Un viejo y desvencijado colchón permite presentir que alguien lo utiliza.

Las construcciones cercanas no están en mejores condiciones, menos aún los predios que dan a las vías donde se acumulan desde maderas hasta autos viejos que se ven desde los alambrados tapados con antiguos tamariscos.

El ingreso a la estación, por el sector norte también está descuidado e incluso hay pérdida de líquidos cloacales entre este edificio y el que actualmente ocupa El Andén, un espacio cultural autogestionado.

Desde 25 de Mayo a Brentana no hay una calle que conecte el sur con el norte. Es casi un kilómetro olvidado. Una de las pocas posibilidades de acceder es a través de la estación. Si no fuera porque el paso de las bicicletas marcó una senda, cualquiera que se atreva a dar una caminata por el lugar podría sentir que esa franja ya no es parte de la ciudad.Diario Río Negro