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5 de julio de 2019

Esperar el tren en Rafaela, una aventura de final incierto

Actualidad

La estación del NCA está oscura, sin limpieza y sin lugares apropiados para los pasajeros. No se pueden comprar pasajes en forma directa, no hay servicio de información al usuario y las familias esperan prácticamente a la intemperie durante horas y con temperaturas bajo cero.

Martes 2 de julio. Medianoche. El termómetro registra, impiadoso, una temperatura bajo cero. Está cayendo una helada intensa y unas sombras se deslizan, cargadas de bultos, hacia el andén de la estación Rafaela del ferrocarril Nuevo Central Argentino. En la playa de estacionamiento en penumbras se agrupan algunos autos, unas cuantas motos, hasta llega alguna bicicleta. De a poco, los recién llegados van acomodando sus equipajes, en el piso helado del andén. La iluminación no es LED, no: apenas unos cuantos tubos fluorescentes, medio tapados por la mugre, que en el extremo sur del andén ya no existen, por lo tanto allí reina la oscuridad. Sombras, nada más.


Un mensaje impreso en papel A 4 informa que los trenes de pasajeros pasan por la estación Rafaela a la 1.10 del martes y a la 1.10 del viernes, según tengan como destino San Miguel de Tucumán, o Buenos Aires respectivamente. Así que este martes helado, mientras el aire cala los huesos, los pasajeros que se acurrucan en el piso sucio del andén están esperando con ansias la llegada del tren que los llevará a Tucumán o a alguna de las estaciones intermedias, preferentemente Añatuya o La Banda, en Santiago del Estero.

Hay una nena deambuladora, que apenas camina, un poco porque tiene dos años o menos y otro poco porque sweaters, poncho y gorro parecen aplastarla. Son varios los chicos que andan por ahí. Son la 1 de la mañana y sí, allá a lo lejos se ve la luz del tren. Viene lento. Pasan diez, quince, veinte minutos… La luz es cada vez más potente.

De las entrañas de la estación sale alguien. Sí, hay vida de esas puertas cerradas al frío. El anuncio es desde la puerta nada más. Muchos, los que están en los extremos del andén, no lo escuchan: "no se paren cerca de la vía porque este tren que viene no para, es un carguero. Sigue de largo". Pum. Se cierra la puerta. Entre dormidos, agarrotados de frío, los pasajeros no lo escuchan.

Así que cuando el tren de cargas entra a puro bocinazo al cuadro de estación, algunos empiezan a juntar los equipajes para acercarse lo más posible a la vía, porque saben que tienen que estar primeros en la fila para asegurarse que haya asientos disponibles para el viaje. Porque en Rafaela la compra de los boletos del tren es así, a los empujones, al que primero llega y si tiene suerte y hay vagones con lugares vacíos….

Alguien avisa. "Es un tren de cargas, atrás, atrás". Un pasajero joven que está con su familia –niños incluidos- se resiste a creer que ese tren que llega no es el que está esperando. Hace visera con la mano sobre los ojos porque lo encandila la luz. Sí, es el tren de cargas. Pasan 70 y pico de vagones que hacen temblar el andén.

En la puerta ahora entreabierta del control de estación hay un empleado asomado detrás de una ventanilla, que parece contar, cerquita de la estufa, los vagones que van pasando. Fin de la formación. Se apaga el rumor del convoy a la distancia y vuelve el silencio. Ya no hay una luz viniendo desde el sur. Un curioso pregunta al empleado… "caballero, a qué hora pasaría el tren de pasajeros?".

La respuesta: "viene atrasado. Dos horas y media". Pum. Se cierra la puerta. Nadie lo escuchó, salvo el curioso que está esperando a un familiar que llega en ese tren que salió hace 12 horas y pico desde Retiro y que va tardar 15 horas en llegar a Rafaela. Siendo buenos, se cree que los empleados están para la controlar la seguridad del tráfico ferroviario de cargas, no para atender pasajeros. El destrato, de otro modo, sería incomprensible.

Finalmente, a las 4 de la mañana -mientras los pasajeros que esperan en el andén tratan de volver a la vida tras más de 3 horas sometidos al abandono más descarnado, con criaturas alrededor, con temperaturas bajo cero, sin baños, sin un lugar donde descansar, sin información precisa, sin algo caliente para tomar- quince horas después de haber salido de Buenos Aires llega el tren esperado.

La tentación de la comodidad del tren y sobre el precio de sus pasajes, extraordinariamente económico en relación con el de los micros de larga distancia, es demasiado grande para los que quieren viajar. Por eso se aguantan lo que aguantan. El desprecio, básicamente. Para los que llegan no hay remises esperando, ni taxis. Hay que salir a través de la estación en sombras, oscura, tenebrosa, a la vereda no menos oscura de la avenida Italia.

No pasa ni un alma, porque el frío acobarda. Y hay que esperar, que llegue algún remise llamado a último momento, o un familiar que haga de taxi. Para los otros, para los que esperaron tres o cuatro horas con sus niños en el suelo helado de una estación helada en una noche de sensibilidades heladas, llegó el momento de disfrutar de las comodidades del tren: moderno, amplio, con calefacción, bien cómodo, con coche comedor, con camarotes, lentísimo porque las vías son las sobrevivientes del Estado arrasado en los ‘90, pero a salvo de la intemperie.

Es apenas un relato de una odisea que sufren los que utilizan el servicio ferroviario, si es que se puede llamar servicio a lo que pasa por la estación Rafaela, y si es que puede llamarse estación al lugar donde se espera al tren que pasa por Rafaela. Fuente: DiarioCastellanos80Años.com

20 de diciembre de 2016

La promesa de un subte cada tres minutos todavía no se cumple en algunas líneas

Actualidad

Iba a regir antes de fines de año en hora pico, pero en las Líneas A, E y H se registran demoras mayores; según la Ciudad, faltan coches y obras

Al menos en lo que queda de este año, la frecuencia promedio entre una formación y otra de algunas líneas del subte continuará superando los 3 minutos en hora pico, pese a que el gobierno porteño había prometido esa demora máxima para fines de 2016. Si bien los ramales B, C y D se aproximan a ese tiempo de espera, no ocurre lo mismo con la A, la E y la H. En las últimas dos, incluso, los usuarios todavía deben aguardar unos 6 minutos en promedio.

Meses después de asumir como jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta difundió una treintena de metas que se comprometía a alcanzar durante su mandato, en distintos plazos. Una indicaba que para fines de este año habría, en promedio y en las horas pico de los días hábiles, una frecuencia de 3 minutos entre tren y tren en las seis líneas que conforman la red y que hoy transportan a 1.200.000 pasajeros.


El objetivo era mejorar la calidad del servicio, para lo cual también se trabaja en la modernización de la flota y la instalación de aire acondicionado.

Actualmente, y según información suministrada por el Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte porteño a LA NACION, en la línea A, entre las 8 y las 9, pasa una formación cada 03 min 21 s, en tanto que entre las 18 y las 19 lo hace una cada 03 min 22 s. Esas son las franjas horarias que la Ciudad considera como horas pico matutina y vespertina.

En la B llega un tren cada 02 min 56 s en ambos horarios; en la C, cada 03 min 08 s por la mañana y cada 03 min 04 s por la tarde. La D exhibe cifras similares, con servicios cada 03 min 04 s y 03 min 15 s promedio, respectivamente.

Muy lejos del objetivo planteado, en la E las formaciones pasan cada 06 min 01 s en la hora pico matutina y cada 05 min 36 s en la hora pico vespertina. Y la H registra una frecuencia promedio de 06 min 31 s y 06 min 20 s.

Nicolás Vázquez está conforme con la frecuencia que hoy tiene la línea D. "Es buena", la calificó al compararla con los tiempos de espera de meses atrás, y dijo que "ahora rara vez el subte aletarga su marcha un par de estaciones antes de llegar a Catedral, como pasaba antes".

Pero Roberto Bario no pensó lo mismo de la línea C. "No es pareja la frecuencia. A veces tarda 2 minutos en venir un tren; otras, casi 5", dijo el hombre que viaja todos los días a Constitución para combinar allí con el ferrocarril Roca.

Desde el ministerio reconocen que aún resta mejorar la frecuencia, algo que recién podría comenzar a percibirse durante el primer cuatrimestre del próximo año. Fuentes del organismo indicaron que para alcanzar los 3 minutos promedio entre una formación y otra de la línea H, por ejemplo, tienen que incorporar al servicio seis trenes más (36 coches) que ya fueron comprados. Hoy hay 45 coches en ese ramal.

Un día de la semana pasada, LA NACION pudo constatar en esa línea que desde las 8.26 hasta las 8.40 cuatro formaciones se detuvieron en la estación Santa Fe, con destino a la cabecera Hospitales. El tiempo promedio entre una y otra fue de 4 min 39 s. En otro relevamiento realizado en el mismo ramal se observó alguna disparidad en la frecuencia. Mientras un subte demoró 5 min 48 s en arribar a la estación Jujuy, el siguiente compensó el tiempo y tardó 3 min 10 s.

La pasajera Florencia Rocca expresó: "Si bien es una buena línea porque los coches están bien y tienen aire acondicionado, suele pasar por mucho 5 minutos entre un subte y otro".

Otra usuaria, mientras caminaba a paso ligero, reclamó celeridad en las obras: "Todavía no está terminada la conexión con la D. Siguen entregando los pases provisorios".

La línea A, en tanto, requiere que se sumen tres formaciones más (son 15 coches que se agregarían a los 80 ya en servicio) para mejorar la frecuencia, indicaron en Desarrollo Urbano y Transporte. Los trenes están disponibles, pero sólo pueden sumarse a la red una vez que se completen las obras de potencia en ejecución. Este proceso, según las fuentes, se completaría durante el primer semestre de 2017.

Desde el Laboratorio de Políticas Públicas relevaron la línea A durante una semana de octubre y concluyeron que el promedio fue de 3 min 43 s entre formaciones. Consideraron que deberían transitar más trenes durante las horas pico. "El problema no es sólo la escasa frecuencia, sino que cuando llega el tren está tan lleno que no se puede subir o directamente no para", dijo la pasajera Fabiana Campos.

A medida que se complete la ampliación de la flota y se avance con la modernización de los sistemas de señales "se podrá brindar un servicio más rápido, cómodo y seguro, lo que derivará en un aumento de la cantidad de pasajeros", estimaron las fuentes consultadas.

La opinión de los pasajeros

Fabiana Campos
Pasajera línea A

"El problema no es sólo la frecuencia, sino que cuando llega el tren está tan lleno que no se puede subir o directamente no para"

Florencia Rocca
Pasajera línea H

"Si bien los coches están bien y tienen aire acondicionado, suelen pasar mucho más de cinco minutos entre un subte y otro"

Roberto Bario
Pasajero línea C

"Viajo todos los días. No es pareja la frecuencia. A veces tarda dos minutos en venir un tren; otras veces, casi cinco"

Fuente: Diario La Nación