30 de octubre de 2017

Junín: Las máquinas del tiempo que duermen en el predio ferroviario de nuestra ciudad

Actualidad

Democracia realizó un recorrido por los talleres, junto a Juan Dall’Occhio –anteúltimo jefe-, para desentrañar los misterios, secretos y anécdotas que atesoran los galpones más emblemáticos de Junín.

Recorrer el predio de los talleres genera emociones, sentimientos encontrados de todo tipo.

Primero aparecen las miradas de alerta, hasta inquisidoras, al ingresar en algún sector donde afortunadamente, a pesar del panorama un tanto desolador, hay trabajadores. 

Luego, segundos más tarde, llega la sonrisa y la bienvenida. Incluso la cercanía en una charla que contiene tantas historias y saberes ferroviarios que para un simple mortal como uno, que poco entiende de maquinarias, trochas, tornos, durmientes, martinetes y demás, se hace un poco cuesta arriba.


Claro que no es un recorrido que se emprende solo. Afortunadamente Juan Dall’Occhio es nuevamente de la partida, ávido por detallar cada sector, cada pieza, cada historia que cruza las distintas secciones del predio, en el que asegura: ve fantasmas todo el tiempo.

Puede sonar gracioso al principio pero lo que Juan intenta explicar es más profundo. El se refiere a ese choque que en su memoria, tiene el pasado con la nueva realidad. Una que hoy muestra a dos empleados en un sector en el que supo haber 130.

Y claro que ve fantasmas. Cada máquina que hoy no es más que un pedazo de hierro adormecido fue la parada cotidiana de un trabajador, fue testigo del bullicio ensordecedor, de las risas, las broncas, y tanto más que jamás sabremos.

Las palomas, casi fauna autóctona de los inmensos galpones, anidan y sobrevuelan cual dueñas de casa, convirtiendo su particular arrullo en el sonido de compañía, al menos en los sectores más abandonados, donde incluso hay máquinas cubiertas, protegiéndose tal vez del olvido.

Por una chapita de bronce

Había 80 personas trabajando en el Cuarto de herramientas, según cuenta Juan, y aclara “eran los mejores operarios. Para entrar había que tener una foja de servicio impecable”. 

En ese sector se encontraban todas las herramientas que se les proveía a los trabajadores para sus tareas.


“Las herramientas estaban todas numeradas, censadas, y cuando entrabas a trabajar, te daban un manojito con ocho chapitas de bronce, con un número. La mía era 988”, recuerda Juan. 

El sistema era que al solicitar una herramienta, en su lugar se depositaba una  chapita. “Eso quería decir que el señor 988 había retirado por ejemplo, una mecha. Cuando volvía la herramienta me tenían que devolver  la  chapita, previo control de que la herramienta estaba en condiciones, porque si no estaba en condiciones, tenías que hacer un informe. Era un sistema de los ingleses, que se mantuvo por años”, relata.

Festín de hierros

En el camino hacia la sección de Tornería, otro guardián pero de cuatro patas, nos ladra incesante para que no avancemos. 

Pero por suerte está José Carnino, que deja de trabajar un instante para calmar a la fiera. Luego vuelve a su torno, y la imagen es bastante elocuente: José está solo, rodeado de un montón de máquinas en desuso, oxidadas, como detenidas en el tiempo.

Hace 42 años que trabaja en el predio y su comentario es abrumador.

“Acá trabajaban 130 personas”, dice. “Esto estaba lleno de máquinas funcionando y había tres turnos”. Hoy apenas son dos o tres en ese sector. 

“En el año 1994 cuando nos echaron a todos se formó la cooperativa”, cuenta. “Y muchas máquinas se remataron pero estas quedaron porque yo las marqué con una cruz, eran las que íbamos a usar en la cooperativa, si no se las hubieran llevado”. 

La sirena sonaba a las 5.30, a las 5.45 y a las 6. Así arrancaba la vida en la ciudad, hace algunos cuantos años.  

“A las 6 ya tenías que estar con el torno en marcha,  frente a la máquina trabajando. El jefe bajaba y supervisaba todo. Y antes de irte, el sábado, los  últimos quince minutos tenías que limpiar la máquina y dejarla brillando”, cuenta José y parece mentira ver que las máquinas que lo rodean ahora no parecen más que un montón de hierros obsoletos.

La herrería, antesala del infierno

El ruido de todos los martinetes funcionando, el vapor que se desprendía, y todos los hornos encendidos, según Juan, convertían a la sección de herrería en “la antesala del infierno”.

Hoy, varios sectores de los pisos están hundidos, llenos de barro, humedad, y silencio. Sobre todo reina el silencio.

Al menos hasta que una voz nos sorprende para alertarnos, para que tengamos cuidado al caminar. Es la voz de Julio César Sprenger, ferroviario que en su momento estuvo a cargo de la sección Herrería.

“Acá ya no funciona nada. Yo ahora estoy en sector ruedas”, cuenta y lo increíble es escuchar las razones de su presencia en esa sección abandonada. Y escucharlo de su boca, simplemente emociona.

“Vengo a la herrería, me cambio y tomo mate acá. Solo, como perro malo”, dice y ante la pregunta de por qué lo hace, responde muy seguro: “porque es la sección mía. La llevo adentro. Me quisieron sacar, pero yo me quedo acá. Y me voy a morir acá”.

Sin dudas que lo que Juan Dall’Occhio dice a menudo, no lo dice porque sí. 

“Poco a poco empezás a enamorarte de esto. Ser ferroviario es un bicho que te pica y no te curás más”.DiarioDemocracia.com

3 comentarios:

  1. QUE PENA...Omar Pellegrino

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  2. Cuantos recuerdos, los mismos que en tantos otros talleres ferroviarios del país. Pero también hay que ser sinceros, hoy es imposible que un taller de estos, aún funcionando el FFCC, pueda emplear 5000 operarios como sucedía en los años 20. Lamentablemente también, la tecnología y el avance cambiaron muchos procesos. Sr Enrique

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  3. QUE PENA,LO MISMO PASO ACA EN RIO NEGRO CON LA CCOPERATIVA COMSAL FORMADA POR UN GRUPO DE EXFERROVIARIOS,DONDE SE ARREGLABAN VAGONES Y COCHES DE FA,LA MITAD DE LO QUE QUEDO DE ESAS HERRAMIENTAS HOY LAS ALQUILA TREN PATAGONICO,PERO QUE UN TALLER LLENOS DE PROYECTOS MUERTOS POR LA POLITICA MENENISTA,200 HOMBRES CON SUEÑOS DESVANECIDOS.
    S/N

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