4 de marzo de 2015

Trenes urbanos y un sinceramiento imprescindible

Actualidad

Rescatar la administración de cuatro líneas ferroviarias urbanas es un acto de justicia que castiga la ineficiencia privada, defecto reñido con la lógica que imperaba hace dos décadas, cuando estos trenes se privatizaron bajo un esquema sin riesgo para la empresa particular y alto costo para el erario.

A diferencia de otras licitaciones, en las de trenes de pasajeros no se invocó la necesidad de convocar capitales imposibles para la caja pública sino la presunta solvencia de la gestión privada, frente a la inoperancia de la pública. A 20 años vista, las cosas se ven distintas.

La reciente resolución que recupera para el Estado la administración de las líneas Mitre, San Martín, Roca y Belgrano Sur es uno de los últimos renglones de un proceso de rescate de contratos que fueron básicamente de gerenciamiento. Claro que en este camino gradual, los gobiernos renovaron varias veces su fe en la gestión particular, a pesar de las sobradas pruebas de que ésta reportaba más costos que beneficios.


Corredores Ferroviarios y Argentren son las formaciones jurídicas conque Roggio y Emepa administraron desde febrero del 2014 esas líneas por cuenta y orden del Estado, utilizando una versión más light de los acuerdos originales de privatización.

Pero estas mismas empresas seguirán manejando el ferrocarril Urquiza y el Belgrano Norte, a menos hasta que la ley que Cristina anunció que enviará al Congreso formalice el rescate integral de todas las privatizaciones del riel o, simplemente, venzan los acuerdos en que se fundan.

De hecho, cuando ante la pauperización extrema de los servicios se reestatizaron las líneas San Martín y Mitre, el Gobierno confió en los concesionarios de las otras la gestión de los trenes que se recuperaban para el Estado.

Así nacieron la Ugofe y la Ugoms, particulares formaciones jurídicas que avalaron de facto un pecado de origen por el que un grupo privado lucra mientras el servicio –cuya responsabilidad de prestación es del Estado– decae.

Pecado de origen: Estado paga, privados lucran

Los trenes urbanos se privatizaron durante el gobierno de Carlos Menem bajo el esquema de concesiones subsidiadas. El Estado conservó la propiedad de los activos, la responsabilidad de invertir en infraestructura y de cubrir el déficit operativo de las líneas, incluyendo en el cómputo de costos la retribución al adjudicatario.

Simplemente, un contrato de gerenciamiento en el que los particulares tenían ingerencia en las compras para equipar las líneas utilizando recursos públicos. A veces, las financiaban. En muchos casos probados por la Comisión Nacional Reguladora del Transporte, convalidaban sobreprecios. En otros, contrataban a empresas vinculadas, fortaleciendo su negocio en desmedro del balance de las líneas.

El esfuerzo económico estatal fue mayor desde la salida de la Convertibilidad, cuando los costos de las prestaciones aumentaron y se decidió cubrir esa demanda con más subvención en lugar de autorizar mayores tarifas. Así, los fondos públicos no sólo cubren las inversiones sino gastos básicos como los sueldos ferroviarios. El papel de los gestores privados se fue minimizando, aunque el costo de su administración, creciendo.

El Sarmiento, plenamente reestatizado tras la tragedia de Once, habría incrementado sus gastos operativos un 17 contra un 77% del San Martín o un 56% del Belgrano Sur, según se quejó la Presidente en la apertura del año legislativo.

Con sucesivos parches legales, renegociaciones parciales o cambios de facto, las concesiones de trenes urbanos sostuvieron por veinte años este esquema basado en la subestimación de la capacidad estatal para gestionar.

Negocio en picada

La cantidad de pasajeros transportados por este medio vital derrapó dramáticamente, en particular desde el accidente de Once. Los números oficiales consignan una caída pronunciada, que en parte es por la migración a otras formas de transporte más eficientes pero, en gran medida, es por la alta evasión.

Los particulares no tienen gran estímulo para controlar el pago de boleto: finalmente, si los recursos por ventanilla caen, la caja pública ayuda con más subvención.

La privatización de trenes cargueros fue bien diferente. Las empresas debían tributar un canon que se eliminó en la primer renegociación contractual que plantearon los adjudicatarios a poco de asumir un negocio menos próspero de lo que habían proyectado.

Hoy hay tres líneas que subsisten, muy ligadas al negocio particular de sus operadores: Ferrosur (Camargo Correa), Nuevo Central Argentino (Aceitera General Deheza) y Ferroexpreso Pampeano (Techint). Transportar cemento, aceite o granos, entre otros bienes, puede no ser muy redituable en sí mismo pero sí funcional a una ecuación empresaria en la que intervienen otros factores.

Estas privatizaciones fueron renegociadas en el 2008 y cuatro años después, Transporte, bajo la órbita del ministro del Interior Florencio Randazzo, ya estaba instrumentando un fondo fiduciario para mejoras del servicio interurbano a integrar con aquel dinero que las empresas no hubieran invertido según sus compromisos.

Como fuere, la carga ferroviaria no muestra un derrotero ascendente. Tampoco en el caso de estatal Belgrano Cargas, que hoy tiene la mitad de la red del país. A su traza original le sumó la de otras dos concesiones privadas que ya son historia y que hace dos años formaban parte de la cartera de negocios de Pescarmona: la que une la región pampeana con Cuyo y la que atraviesa la Mesopotamia.

El otro ciclópeo desafío estatal es resucitar ese gigante dormido, algo que se está intentando con multimillonarias compras a proveedores chinos para ponerlo en forma.

Aún hay confusión sobre los alcances que tendrá la iniciativa oficial que será girada al Congreso, pero varios dirigentes de la oposición ya hicieron un guiño a la alternativa de sincerar el comando ferroviario en manos estatales.BAENegocios

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Usted podrá dar su opinión libremente, pero aquellos comentarios que vengan con insultos, improperios, etc. y sin colocar nombre y apellido, nombre y/o pseudónimo (debajo del mismo) no serán publicados.