23 de septiembre de 2011

TUCUMÁN: ¡PIEDRA LIBRE PARA LA ESTACIÓN QUE DESAPARECIÓ BAJO TIERRA! (Y DE LA MEMORIA)


Ya no quedan ni huellas de lo que alguna vez fueron los talleres ferroviarios. Sólo una locomotora enterrada y un poco de chatarrerío sirven para adivinar que por ahí pasó el tren e hizo escala. Ahora todo eso es un asentamiento en el que viven unas 60 familias y más de 300 chicos en situación precaria. Nostalgias, broncas e historias de lo que fue un final anunciado.

El tren quedó enterrado. Literalmente, enterrado. Las viejas fosas de la estación Mate de Luna (entre Villa Alem y San Cayetano) han sido rellenadas y ahora son tierra firme de un asentamiento.


Cada parte de esta imponente estación ha sido desmembrada. Especialmente, el galpón en los que se reparaban los cochesmotor. De ese no quedan ni rastros. En esa inmensa manzana funcionaban carpinterías y oficinas y hasta estaban las casas de los empleados ferroviarios.

Cada parte la fueron robando y vendiendo: poderosos hierros, chapas, ladrillos cocidos y maderas... nada sobrevivió al saqueo, que fue más efectivo que una demolición.

"Más de un millón de chapas tenían esos techos", comenta con nostalgia Pedro Medina, de 60 años. El con sus 10 hermanos se criaron frente a una estación en pleno movimiento. Un lugar privilegiado, una platea de lujo desde la que admiraban la inmensidad de esas moles de hierro y esperaban al carguero que trajera las cañas de azúcar para abalanzarse antes de que frenara y sacar un par.

En los 90, cuando el tren no llegó más vio cómo poco a poco todo se venía abajo. Contó cada uno de los ladrillos que se llevaban y las chapas que desaparecían. Escuchó historias de gente que vendió las parcelas como si fueran de su propiedad. Presenció cómo los andenes y las paredes se esfumaban, dando paso a la desolación.

Finalmente, vio cómo todo volvía a poblarse, pero ya no por el tren y los pasajeros, sino por familias enteras que llegaban en sus carros para armar sus casillas.

Nada por aquí ni por allá

Parece increíble estar parados sobre lo que alguna vez fueron las fosas en las que ingresaban los vagones. Cuesta imaginarlo todo en ese lugar. ¿En verdad, una estación? "Sí, mirá, ahí queda enterrada la máquina de Perón", explica nuestra guía dentro del asentamiento, Karina Rombeau.

Entre esqueletos herrumbrados, los chicos entran y juegan en lo que alguna vez fue la locomotora. Según la tradición de los vecinos de la zona, en esa misma máquina se trasladaba Perón y había una chapa que decía "Presidencia de la Nación". Hoy son un montón de hierros medio enterrados que sirven de pasatiempo para los más pequeños.

"Cuando viene alguno de los muchachos que trabajaba en el ferrocarril llora al ver lo que quedó", comenta Mary Sánchez, vecina de la zona desde hace 65 años. Todavía conserva las fotografías en las que se ven las paredes de la estación y se divisan las vías por donde circulaba la línea Belgrano y a sus hijos jugando entre los andenes.

"Durante años entraron los camiones de las constructoras privadas a comprar ladrillos que por unos pesos algunos sacaban y vendían", comenta Karina. Lo mismo hicieron con cada parte "aprovechable".

Ahora, las estructuras no están y nada impide ver el cielo sin interrupciones. El ramal hacia el abandono hizo parada en la estación. Impiadoso, no dejó huellas de su historia.(Fuente: La Gaceta)

4 comentarios:

  1. Hasta el 2004 la locomotora Argentina,preparada y carenada por el Ing Porta estaba en condiciones de ser restaurada.Intentamos hacerlo llevandola a Tafi pero la burocracia nos puso trabas,ya vemos lo que quedo.Alberto

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  2. Respuestas
    1. ¿Senador K? Es un gorila del orto igual que vos, zapallo. El odio les nubla el juicio.

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  3. Cuánto duelo ver estos despojos de lo que fue un hermoso edificio de estación y los talleres y depósitos anexos. he vivido en esa casa cuatro o cinco años, pues que fui esposo de la hija del jefe de estación, seguramente uno de los últimos, don Absalón Sayago. Silvia era mi esposa, y allí nacieron nuestros dos hijos primeros, Adrián y Lucky. Cuanta nostalgia de ese tiempo, que bien visto no es tanto: cuarenta años. He amado a ese lugar y he amado a esas gentes. No hace mucho volví, intenté volver -sólo por vicio de recuerdos- y nada queda de lo que fue árbol y nido. Cómo dice M Fierro "sólo quedaba la tapera". Era la calle Marina Alfaro. Enfrente de la casa del jefe de estación, el almacén del turco Yuni. Y en diagonal dos hermanos zapateros, viejos de edad y de oficio. Y siguiendo la calle hacia la parada del "10", las casas de los ferroviarios, una cuadra. Beso esos hierros y esos ladrillos, y el màstil del jardín que se sacudió con el terromoto de febrero del 77, en Caucete. Víctor Abete. Saantiago del Estero.

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