16 de enero de 2011

UN ESQUEMA DE PREMIOS QUE ES ABSURDO E INSOSTENIBLE

¿Es absolutamente negativo subsidiar el transporte de pasajeros? ¿Es un pecado original que siempre debería evitarse? Parece que no, porque hay países y ciudades con ejemplos exitosos de razonables subvenciones, que tienen sistemas modernos, eficientes y que la población aprecia y prefiere.

Y hay limitantes técnicas y económicas. Por ejemplo, pensar que el sistema de trenes de cercanías del área metropolitana puede financiarse únicamente con la tarifa es creer que viajarán en él sólo personas con el más alto poder adquisitivo del mundo, cuando lo demandan diariamente muchos de los pobres entre los pobres.

Además, transportar diariamente a esa cantidad de personas en otros medios es imposible. Ni una colosal autopista, ni ningún invento realizado hasta ahora de unidades de transporte automotor parece capaz de reemplazar el servicio que realiza, por ejemplo, el Ferrocarril Sarmiento.

Aparecen entonces las llamadas "externalidades positivas". El tren requiere una subvención que, en el caso argentino, pagan incluso los que no lo usan, pero que igual se benefician, porque hay menos congestión de tránsito y se reduce la contaminación ambiental.

¿Entonces el monumental sistema de subsidios del kirchnerismo está bien? La respuesta es no. Porque el esquema, emparchado y que ha empeorado durante años, sólo pretende evitar la suba de tarifas, con un objetivo propagandístico y demagógico.

Formación Doble Piso de la Línea Sarmiento - Foto: Rodolfo Risciotti

¿Es lógico que en una crisis generalizada, con recesión insólita, se subsidie todas las tarifas del sistema público urbano de pasajeros a excepción de los taxis? Sí. ¿Tiene sentido hacer lo mismo cuando la economía crece fuertemente, junto con el empleo e incluso con una inflación moderada como ocurrió hasta 2007? Es obvio que no.

Cuando se mantiene absurdamente bajo un precio con la aplicación de recursos públicos se hace caridad con quienes lo necesitan y con quienes no. El subterráneo baratísimo, el colectivo regalado, si se los compara con otros valores de la economía, son un obsequio fiscal para ricos y pobres. Es injusto.

El ideal de una asignación es entregarla en mano a quien la necesita, que esté correctamente identificado y que esa persona pueda comprar lo que necesita a precios que sean lo más transparentes posibles. ¿Se puede hacer? Sí, requiere de un padrón único nacional de beneficiarios de planes sociales, de alguna manera sometido a auditoría pública. Se propone en la Argentina desde hace 20 años y hubo proyectos muy serios, como los de Juan Llach y Carola Pessino. Pero no se llevan a la práctica porque significarían el fin del clientelismo en el que muchos políticos entregan beneficios a quienes no tienen derechos.

Brasil pudo hacer un plan razonable de ese estilo con el Beca Escuela (Bolsa Escola) de Fernando Henrique Cardoso, que Lula da Silva continuó. La Argentina no ha podido.

¿Es el único esquema posible? No. Vale la pena decidir qué se quiere subsidiar y entregar señales de precios razonables. Esto es, lo que es mejor y más eficiente, se paga más.

Es irrazonable que en la ciudad de Buenos Aires sea más barato viajar en subterráneo, que es más rápido, eficiente y costoso de construir, que en colectivo.

Es sencillamente una locura que un determinado recorrido en tren, que insume menos de un tercio del tiempo de un colectivo, tenga un valor inferior. Porque entonces la demanda de subte y tren se vuelve astronómica e imposible de satisfacer. Tal vez, también falten obras, pero lo que es seguro es que está mal la tarifa.

Si se quiere subsidiar a los que viajan lejos, se puede tener una tarifa plana, que haga que el recorrido corto sea costoso y que sea el largo el que está subsidiado, como ocurre en otras ciudades.

Nada de eso se ha hecho. El objetivo de la política kirchnerista en la materia es que no haya títulos en los medios de comunicación que digan "aumento". Por eso se llega al absurdo de no permitir una suba cuando se ofrece un beneficio adicional, como el aire acondicionado.(La Nación)

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