17 de diciembre de 2010

LA HISTORIA DE MR. ESTEBAN LEEDHAM, UN JEFE DE AQUELLOS

Por: Jorge A. Mantese - Fotos: Colección Crónica Ferroviaria

Para que nuestros lectores tengan un panorama más acabado de las vicisitudes sufridas a lo largo de la vida de Mr. Esteban Leedham, es que transcribo un reportaje que le efectuara Bautista Martin en el mes de Junio de 1917 en la Revista del Ferrocarril Central Argentino, y que nos permitirá conocer en profundidad quién era estge caballero venido de Inglaterra.

-¿En qué año llegó usted a este país, Mr. Leedham?

- ¡Oh!, hace muchos años. Yo, antes de ser empleado de ferrocarril en la Argentina, ya lo había sido del Ferrocarril Midland de Inglaterra.

-¿Le sucedió algo de importancia desde la salida de su patria hasta su arribo a ésta?

-Muchísimas cosas. Para venir a la República Argentina salí de Inglaterra en el vapor "San Martín". Fue en un día de gran niebla.

Jefes de Estación del Ferrocarril Central Argentino


En el vapor, en lugar de hacerse uso de los petardos se tocaba la corneta, a cada rato, como en nuestros trenes eléctricos. El viaje fue largo, 39 días. ¡Cuánto sufrí!...Dado que el buque era francés, no se nos daban más que porotos en cada comida y esto me ponía enfermo. Recuerdo que desembarqué como a ocho milas del muelle, en una lancha; despuéstransbordamos a otro bote más chico. Al llegar me encontré con una cantidad de changadores que me decían: "Ché, inglés, ¿quieres que te lleve el baúl?.

-¿Dónde fue a hospedarse?, Mr. Leedham

-Fui a parar a un restaurante que había frente al Retiro Viejo. El techo del edidficio era muy original, pues representaba un boto patas para arriba. A las pocas semanas de mi llegada al país sabía decir: "Sí y no; pagado y a pagar". Recuerdo perfectamente que un día, sirviendo ya en el Ferrocarril Sud, vino un señor a despachar un cadáver. Yo le entendí que quería despachar un caballo y le señalé la oficina de cargas. El hombre se fue, pero más tarde se me presenta de nuevo con un empleado de la oficina a la que lo había mandado.

El empleado me explicó en ingléslo que aquel señor deseaba: "You fool; he wants to despatch a corpse, not a horse"...

Estación BELGRANO "C"


¡Cuánto sufría por no saber el idioma!. Resolví en definitiva, para quedar bien, decir que sí a todo lo que en castellano se me preguntara. Y por eso, otro buen día en el hotel, me sucedión un caso curioso. Me dice uno de los mozos que servían a la mesa: "Mister, ¿ha comido usted pescado?". Yo naturalmente, siguiendo el sistema que me había impuesto, le dije que sí, y ya comprenderán ustedes....me quedé sin comer pescado...¡y tanto que me gustaba y gusta!.

Aburrido por no llegar a dominar el idioma castellano, y encontrándome en Tres Arroyos de empleado en la oficina de cargas, resolví dimitir a mi cargo y retornar a Inglaterra. Esto lo llevé a la práctica ese mismo año.

-En Inglaterra, ¿volvió al Ferrocarril Midland?

-No. Ya habría probado el dulce encanto de las aventuras. A las dos semanas de arribar a mi patria me embarqué con rumbo a Boston en Estados Unidos.

-¿Le fue mejor allí?

-¡Qué esperanza!. Al contrario, sufrí mucho más que en la Argentina.

-¿A pesar de conocer el idioma?

-No obstante eso, no pude encontrar trabajo adecuado a mis condiciones. Escaso de dinero víme obligado a conchabarme en un restaurante como ayudante de cocina. Me levantaba a las 4 de la madrugada y trabajaba hasta las diez de la noche. Como no me pagab an salí de allí y me coloqué de cochero en una compañía de tranvías. Más tarde, habiendo dejado este puesto, me metí de peón de albañil.

-¿Le agradó el oficio?

-Figúrense ustedes si me agradó, que procuré salir lo más rápido posible de los Estados Unidos.

-¿Cómo ocurrió su salida de ese país?

-De una manera muy curiosa. Un día en que vagabundeaba por el puerto de Boston, me encontré con un buque de vela, el "Bark Anna", que estaba por salir con una carga de madera para Montevideo. Pregunté al capitán cuando me iba a cobrar por el pasaje, a lo que me contestó: "Venga mañana que hablaremos. Tal vez lo lleve gratis para ayudar...De cuando en cuando podrá barrer un poco..."

Cuando buque salió de puerto: ¡cuánto lamenté haberme embarcado y cómo cambiaron las cosas!. Se me mandó subir a lo último de los palos para arreglar las velas juntamente con otros tripulantes. La comida era malísima, el trato detestable. Aquél barco era, propiamente, un barco de piratas. Además resultaba un gran colador. Había más agua dentro de las bodegas que en el mar y los marineros pasábamos los días y las noches bombeando, sudorosos, para impedir un naufragio.

-¡Qué interesante!. ¿Cómo pudo usted soportar esa vida?

-¿Qué remedio me quedaba?. Y la tuve que sufrir pacientemente durante los cinco meses que duró el viaje. Como les manifesté, el trato no podrá ser más detestable e inhumano. El capitán, un sujeto de Nueva Escocia, era cruelísimo. Los dos oficiales igualmente.

Una mañana, en que se encontraba el primero de los oficiales con dos marineros raspando la pintura vieja del casco, se rompió el andamiaje en que se hallaban y cayeron al mar. Los tiburones, que seguían la ruta del buque en aquella zona tropical, dieron cuenta inmediata de ellos. Se los devoraron. Cuando quisimos acudir en su auxilio no vimos más que una gran mancha de sangre sobre la superficie de las aguas. La escena fue rápida, brutal y aterradora.

-¿Con esto, sin duda Mr. Leedham, terminarían las desventuras?

-No. En aquel barco maldito no había orden, nadie experimentaba sentimientos humanitarios. Otro día, ¡cómo lo recuerdo aún pese a los años transcurridos!. Dos marineros intentaron asesinar al capitán. Le pegaron 18 hachazos, los suficientes para matar a dos hombres, sin embargo no murió el condenado. Como el viaje se hacía imposible por el agua que inundaba las bodegas, tuvimos que pedir auxilio a un barco austríaco y conseguimos que nos remolcara hasta Montevideo.

-Usted respiraría sin duda, al encontrarse en tierra firme, ¿verdad?

-Desde luego. ¡Ah!, olvidaba decirles que en el viaje se me cayó encima una cocina portátil, franturándome dos costillas. Esto de la fractura lo supe después por un médico oriental, a quién fui para que me revisara. El malvado capitán, cuando ocurrió el accidente y una vez que quedé vendado, me dijo estas textuales palabras: "Su enfermedad no es nada. En el mar esas cosas se curan fácilmente trabajando. Vaya a la bomba a sacar agua de las bodegas". Y no me quedó otro remedio que lo ordenado.

Y bien amigo lector, con la transcripción del reportaje hemos puesto en su conocimiento los vaivenes que debió sortear nuestro personaje a lo largo de sus años de juventud, y los inclementes momentos que le tocó vivir, por lo que ahora nos ocuparemos de su actuación como empleado del ferrocarril.

Al regresar de Montevideo el 12 de Octubre de 1889, Mr. Leedham logró emplearse en el Ferrocarril Central Argentino. Recordemos que entre el 13 de febrero de 1888 y el 8 de diciembre de ese mismo año se desempeñó en el Ferrocarril Sud.

Su foja de servicios en el Ferrocarril Norte era la siguiente: 13-10-1889, recibidor de cargas en Retiro; 09-11-1889, dependiente de cargas y encomiendas en Belgrano; 01-08-1891, Segundo Jefe en la misma estación; 24-01-1894, Jefe de estación San Fernando y, por último, a partir del 13-08-1896, Jefe de la Estación Belgrano "C".

Contaba Mr. Leedham que cuando él llegó a Belgrano la vía era doble desde la Estación Central hasta allí, y sencilla desde ese lugar hasta Tigre. Los trenes desde la cabecera hasta Belgrano tardaban 25 minutos, pero cuando la locomotora salía de Palermo, ya se escuchaba el "tract, tract" que producía sobre los rieles.

Cuando a Mr. Leedham se le preguntaba por Belgrano manifestaba sentir un gran cariño por esa localidad, pues aseguraba que cuando llegó allí había muy pocas casas, y en el Bajo casi ninguna, por lo que solía repetir: "lo he visto adelantar, paso a paso, y transformarse en lo que es hoy", agregando "ni el comisario de policía es tan conocido como yo".

También nuestro biografiado solía jactarse de la cantidad y calidad de los empleados ferroviarios que habían pasado por dicha estación.

Bueno estimados amigos, con esta pequeña biografía pretendemos que se conozca un poco más la vida de uno de los tantos personajes que ayudaron a que nuestro ferrocaril fuese en su momento uno de los mas importantes de América, sino del mundo. Vaya desde Crónica Ferroviaria nuestro homenaje a Mr. Leedham, y como a él, a tantos otros personajes anónimos, que con su esfuerzo y dedicación tanto han hecho por el engrandecimiento de nuestros queridos ferroviarios.

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